La actividad turística vive en un complejo sube y baja desde que el mundo es mundo, en realidad con pocas alzas y demasiadas bajas. Cuando finalmente parecía que el 2022 nos permitiría dejar atrás lo peor de la pandemia, una nueva crisis azota al mundo.
Y pensar que el Covid 19 nos permitiría recuperar la capacidad de volver a ser humanos, a entender que lo importante era saber hacia dónde se dirigían las sociedades del mundo y cómo deberíamos proyectar el futuro próximo y el lejano. Se acuerdan ¿no?
Fue ayer nomás que hablábamos de eso, hoy el tema es otro.
No vamos a analizar políticamente el conflicto entre Rusia y Ucrania, entendemos que existen mil versiones, explicadas por especialistas en la materia, acerca de las razones de unos y otros para llegar a estas instancias bélicas, pero si nos interesa entender qué sucede con el turismo en el mientras tanto.
En este contexto vemos que las restricciones a los vuelos de Aeroflot y otras aerolíneas, entre Rusia y casi 40 países en todo el mundo, vuelve a perjudicar a pasajeros y cargas que comienzan a estar varados en muchos aeropuertos.
A raíz de esto se producen cancelaciones y reprogramaciones de vuelos, de reservas hoteleras o de excursiones programadas en ambas direcciones y así, otra vez, el mundo vuelve a sufrir el síndrome de la incertidumbre.
Hasta Argentina, que no tiene vuelos operados en forma directa con Rusia -se podía llegar a través de Aerolíneas Argentinas vía Madrid y conexión, con código compartido, con Aeroflot- se verá afectada.
Las compañías de cruceros están anunciando la búsqueda de puertos alternativos para no hacer escalas en Rusia y así todo lo relacionado con el sector turístico.
Es esta situación de inestabilidad la que pone una vez más al mundo turístico en pausa, porque cuando parecía que nos encaminábamos a una lenta pero segura normalización de los viajes y el turismo… una nueva crisis asoma.
La realidad nos indica que nadie sabe de qué manera va a evolucionar el conflicto, ni cuánto tiempo puede durar si se involucran más países en esta disputa armada.
Si durante la pandemia hablábamos de cómo la falta de previsibilidad de las medidas adoptadas eran responsables del freno a la recuperación del turismo, entendemos que hoy no hay nada más imprevisible que el desarrollo de un conflicto armado en el que están involucrados los países más poderosos del mundo.
Esta es una grieta más, que nos excede y que no es nuestra, aunque nuestros dirigentes la usen políticamente y nos intranquilicen con comentarios y opiniones que tienen intenciones ocultas que sólo ellos comprenden y les permite jugar al héroe y el villano.
El mundo cambió con la pandemia, es cierto, pero todo sigue igual, y a nadie parece importarle.