Iñaki Ortega, doctor en economía, profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (España), escribe en esta Columna de Opiniones, cómo la pandemia puso en evidencia la necesidad de contar con la experiencia y los conocimientos de la llamada "generación Silver".
Hasta marzo de 2020 los virus que más nos preocupaban eran los informáticos, pero todo cambió esa primavera marcada por la covid19. No obstante, en plena crisis sanitaria, la tecnología nos permitió sobrevivir. Hizo posible que la atención médica en remoto salvase vidas, garantizó el suministro alimentario y evitó también un colapso de las infraestructuras. A la vez y en tiempo récord, se pudo diseñar unas vacunas que ya han salvado millones de vidas y que apuntalarán la reconstrucción. Ha tenido que ser el coronavirus el que nos ha hecho ver cómo la tecnología nos ha cambiado la vida para bien y no hay marcha atrás. Los zeta seguían dando pasos para ser la generación clave, pero, al mismo tiempo, la pandemia ha puesto de manifiesto la fortaleza de un grupo de edad, los mayores de 55 años, que sufrió como nadie pero que son invisibles para el mercado laboral y en muchas ocasiones para las empresas y gobiernos, a pesar de lo que representan.
Ya son varios los informe, como los de CENIE, el Círculo de Empresarios o el centro de investigación ageingnomics, que han demostrado que la mayoría del consumo y el patrimonio recae en España en los seniors. Incluso se ha llegado a tasar en un 26% la aportación de la llamada economía plateada al PIB. Además de suponer ya uno de cada tres habitantes de nuestro país y que con seguridad en 2050 serán ya la mitad de la población.
Sigo pensando que los zeta son una generación clave para liderar el mundo, pero no lo van a hacer solos. Los silvers, es decir, los seniors que superan los 55 años están empezando a aparecer en esta ecuación. Una cohorte de edad sin complejos, decidida a seguir siendo un pilar fundamental a pesar de que los usos y costumbres les quieren apartar, jubilándoles laboral y socialmente. Mi apuesta es que los zeta y los silvers, dos generaciones muy diferentes, son el motor oculto de una sociedad que necesita reinventarse ante los últimos acontecimientos que han puesto en jaque todas nuestras certezas y a las que nos hemos enfrentado con improvisación.
Cada época histórica ha tenido una cohorte etaria que ha sido motor de desarrollo. Los jóvenes en los años 60, las mujeres con la democracia o la inmigración en el nuevo milenio. La combinación de pandemia y avances científicos hace que sean dos generaciones en la sombra (los menores de 25 años y los mayores de 55 años) los llamados a liderar el mundo. Los zeta y los silvers, hasta ahora “invisibles” y damnificados emergerán. Es imposible seguir soportando altísimas tasas de desempleo y de precariedad en el empleo de los jóvenes. Nuestro país tampoco se merece que prácticamente la única forma de seguir empleado a partir de los cincuenta sea ser autónomo. Este abandono de los mayores y los jóvenes que representan el 60% del censo electoral, tarde o temprano tendrá sus consecuencias. Quizás algo tiene que ver que poco más del 30% de los diputados del Congreso están en esas franjas de edad.
La generación Z se puso de moda, como en su día lo hicieron los millennials, pero, con lo que no contábamos en aquel momento, era que iban a compartir el liderazgo con los silvers. Pero la sabiduría popular siempre lo tuvo claro. Conviene recordar algunos refranes que se pierden en el tiempo para entender cómo ambos, zetas y silvers, pueden ser la combinación perfecta para una reactivación económica y social tan necesaria en estos tiempos. “La juventud tiene la fuerza y la vejez la prudencia”. Pero más castiza aún es “A caballero nuevo, caballo viejo”. Ambas nos llevan a entender que la experiencia y resiliencia de la persona madura debe encauzar la osadía e intrepidez de la juventud. Los mayores son quienes mejor pueden guiar a los jóvenes, por su experiencia, sabiduría, ese conocimiento tan importante para acertar en las decisiones y evitar errores. Los jóvenes, a su vez, retando a los mayores con sus innovaciones que ponen en cuestión lo hecho hasta ahora.
La experiencia y resiliencia de la persona madura debe encauzar la osadía e intrepidez de la juventud.
La convivencia intergeneracional en las empresas, pero en general en nuestro país traería ventajas indudables. Compañías que entenderían mejor a su público y por tanto serían más rentables y administraciones que servirían mejor a sus administrados, por no hablar de un abanico de oportunidades para generar nuevos bienes y servicios que generen creación de valor y creen empleo. Los profesores David Ruiz y Carlos Arciniega están aplicando con éxito modelos de este tipo en grandes compañías utilizando el tratamiento masivo de datos.
Hasta ahora todos estos retos económicos siempre descansaban en las élites que tenían acceso a información privilegiada o gozaban de insalvables barreras de entrada. Pero una vez que se ha puesto de manifiesto para el gran público este caudal de nuevos negocios, no hay excusas para que emprendedores patrios se beneficien de estas nuevas oportunidades económicas. Tampoco hay ningún impedimento para que nuevos bienes y servicios se ofrezcan a estos silvers y zetas que no han visto satisfechas hasta ahora gran parte de sus necesidades.
Nuestra economía en crisis pide a gritos que empresas, ciudadanos y administraciones se comprometan a situar la economía de la diversidad en la más alta prioridad. Dar alas a dos generaciones, los mayores y los jóvenes, rompiendo estereotipos y miradas sesgadas, buscando las sinergias, pero tomando decisiones valientes.
Iñaki Ortega es doctor en economía, profesor de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y coautor del libro recién publicado “De los zeta a los silver”.
Fuente: https://www.ifema.es